Le señalaron con el dedo. Aquel, que hacía meses que les
había dejado sin las palabras que prometía cada viernes en su pequeño rincón de
Internet. Aquel que ya no les consolaba, que ya no les ofrecía historias
protagonizadas por ellos. Aquel que sabía en cada momento cómo se sentían y
cómo fotografiar los sentimientos –con palabras.
Le
vieron caminar con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en unos
viejos zapatos que daban puntapiés a las piedras del suelo como si acaso así
pudiera hacerlas desaparecer de su camino. Le vieron y se sintieron
decepcionados por la ausencia de sus letras.
Pero lo
que no sabían es que ahora, se estaba escribiendo por dentro.