sábado, 12 de septiembre de 2015


Se escribe mejor
cuando lo sientes.

Se escribe mejor
 cuando no tienes que hacer el esfuerzo
de imaginarte el corazón roto en tu pecho.

Se escribe mejor si no lloras de alegría
fingiendo la pena.

Se escribe mejor,
 sí.

Pero duele más. 

sábado, 5 de septiembre de 2015


                A veces los sinsentidos llenan de sentido nuestras vidas. Lo que para otros no merece la pena, a nosotros nos la quita. Y tú no tienes sentido, y no me quitas la pena, pero la haces diferente. Romperse siempre en los mismos pedazos hace que olvidemos cuánto duele estar roto.  Viene bien cambiar los trozos y recordar que seguimos destrozados; que necesitamos reparación urgente- y alguien que nos arregle.
            
                A veces nos cambia, y aunque el sinsentido sigue sin tenerlo, acabamos creyendo que sí, que lo tiene, y puede que él mismo acabe por cambiar de nombre- y ya sí tenga sentido. Qué se yo.

                Hoy te hablo sin sentido; sin voz pero con palabras. Tal vez sólo quiera romperme un poco más.  Quería decirte que me rompes -aunque no tenga sentido, aunque no merezca la pena el destrozo-. 
                                                                                                                                        P·G

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Hace tiempo que tú y yo nos entretenemos cada noche en hacer el dolor. Da igual dónde, da igual cuándo. Donde nos pille. Las lágrimas las estrenamos sin (llo)vernos, tú por tu lado, y yo ya por el mío. Y aunque no estés, abro mi paraguas de colores, para disimular mi día gris, y dejo que me lluevas encima- ni tú me ves, ni yo te veo, pero estamos ahí. El uno encima del otro. Lloviéndonos a mares, arrastrándonos y erosionando la historia que vamos dejando atrás. Hasta llegar al mar. Y ahí nos separamos. Y como gotas de agua nos perdemos entre la multitud. No me recuerdas, o eso intentas, y yo doy vueltas para marearme y olvidar, y bebo en un intento por olvidarte. Pero beber agua salada no hace olvidar, y a veces me olvido de marearme y de llover. Y vuelve a empezar todo. La misma historia, una y otra vez. El calor me saca del agua, el calor que aún guardo de tus abrazos. Y volvemos a empezar.  Tú me llueves y yo me dejo empapar, y olvidamos juntos por el cauce de dos ríos que avanzan separados. Y es así como, desde nuestra primera vez hace ya meses, nos hacemos el dolor. O nos hacemos sufrir, que viene a ser lo mismo. El caso es que no estás, y cuando vienes, solo me recuerdas que te has ido.
                                                                                                                 P·G