martes, 15 de noviembre de 2016



   Los periódicos anuncian que la esperanza de vida ha aumentado.
Y no lo creo.
Cada vez morimos antes,y no lo vemos.
Cada vez, llega antes el invierno.

   El cambio climático de nuestras vidas,
fruto de la contaminación del odio y de las prisas,
de los agobios y envidias.
Hace que cada vez mueran antes los niños,
 y con ello, la vida.

   Los libros de ficción anuncian el apocalipsis zombi.
Y lo creo.
¿No veis aquellos que llegan con sus vidas muertas escondidas?
Tratan de convertir a los que aún viven,
a aquellos que aún no matan la vida.

   Y lo consiguen.
Les convencen con sus obligaciones,
Disfrazadas de “para el futuro”
Regalándoles agendas y relojes, listas y guías.
Robándoles las ganas, reservándolas para más tarde,
Sin avisar de que esa vida que prometen,
tiene fecha de caducidad,
y está vencida.

   Y así es como nos enseñan hoy en día.
A morir la vida dejándola escapar.
Qué ironía.

lunes, 5 de septiembre de 2016


     Siempre vuelves.  Aunque  la puerta esté cerrada por dentro, siempre te presentas como si nada. Sin llamarte. Sin llamarme. De repente. Y es lo que tiene si te di mis llaves,  si te enseñé los pasadizos secretos a cualquiera de mis rincones. Si te prometí una habitación con vistas al futuro, pero te acabé echando sin romper el contrato.
    Ya nunca  te llamo. O quizá sí que lo haga sin quererlo, no lo sé. Al teléfono de las dudas hace    tiempo que le di de baja pero no vienen a llevárselo. Y a veces suena, y a veces  creo  que te llama. Marco tu número y tardo una eternidad en llegar al último dígito. Pero acabo haciéndolo, y tú no lo coges, ya no. Suena el contestador con tu última voz que aún guardo en mis recuerdos, y te llamo otra vez, y otra más, para volver a escucharla.
    Luego te marchas. Otra vez. Unos días de tregua que parecen ser definitivos. Como si ya no fueras a volver más. Y me lo creo. Y decido abrir las puertas sin miedo, y recibo visitas de nuevo y la casa está lista. Ya no se desmorona entre montones de recuerdos.
    Pero como he dicho, siempre vuelves. Así que creo que voy a tener que cambiar la cerradura, o aprender a vivir con tus regresos.

sábado, 20 de agosto de 2016



               Le señalaron con el dedo. Aquel, que hacía meses que les había dejado sin las palabras que prometía cada viernes en su pequeño rincón de Internet. Aquel que ya no les consolaba, que ya no les ofrecía historias protagonizadas por ellos. Aquel que sabía en cada momento cómo se sentían y cómo fotografiar los sentimientos –con palabras.
                Le vieron caminar con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en unos viejos zapatos que daban puntapiés a las piedras del suelo como si acaso así pudiera hacerlas desaparecer de su camino. Le vieron y se sintieron decepcionados por la ausencia de sus letras.
                Pero lo que no sabían es que ahora, se estaba escribiendo por dentro.