Siempre vuelves. Aunque la puerta esté cerrada por dentro, siempre te presentas como si nada. Sin llamarte. Sin llamarme. De repente. Y es lo que tiene si te di mis llaves, si te enseñé los pasadizos secretos a cualquiera de mis rincones. Si te prometí una habitación con vistas al futuro, pero te acabé echando sin romper el contrato.
Ya nunca te llamo. O quizá sí que lo haga sin quererlo, no lo sé. Al teléfono de las dudas hace tiempo que le di de baja pero no vienen a llevárselo. Y a veces suena, y a veces creo que te llama. Marco tu número y tardo una eternidad en llegar al último dígito. Pero acabo haciéndolo, y tú no lo coges, ya no. Suena el contestador con tu última voz que aún guardo en mis recuerdos, y te llamo otra vez, y otra más, para volver a escucharla.
Luego te marchas. Otra vez. Unos días de tregua que parecen
ser definitivos. Como si ya no fueras a volver más. Y me lo creo. Y decido
abrir las puertas sin miedo, y recibo visitas de nuevo y la casa está lista. Ya
no se desmorona entre montones de recuerdos.
Pero como he dicho, siempre vuelves. Así que creo que voy a
tener que cambiar la cerradura, o aprender a vivir con tus regresos.
Me ha gustado que me dieses la oportunidad de pasarme por tu blog; escribes de una forma fácilmente entendible y a la vez profunda. Me quedo por aquí. Soy Bluie (http://vocesquehacenquemipielsesientapiel.blogspot.com/).
ResponderEliminarUn beso.
Hay quienes tienen el poder de entrar y salir cada vez que le da la gana, sin el consentimiento de nadie.
ResponderEliminarSe toman libertades que no benefician a nadie. Pero mira, hacen sufrir y el dolor forma parte de la vida.
Atentamente,
Un diario personal más
Creía que ya no te iba a poder leer más... .
ResponderEliminar¡Pero me alegra muchísimo de que hayas vuelto a escribir por aquí!
Noa
ES PRECIOSO PALOMA. Me ha encantado y además suena a un corazón roto que resurge y que soporta mucho más porque es inmensamente más grande.
ResponderEliminarUn abrazo.